viernes, 16 de mayo de 2014

La Ermita de San Frutos y las Hoces del Río Duratón

La Ermita de San Frutos, en pleno corazón de Las Hoces del Río Duratón, es uno de esos enclaves que hay dispersos en nuestra geografía cuya ubicación no parece haber sido fruto de una selección azarosa. La visita a este lugar nos hace percibir de manera poderosa toda la fuerza que emana del paisaje, de su naturaleza, y también de sus misterios y peculiaridades casi místicas.

La Ermita de San Frutos se levanta majestuosamente por encima de las laderas del profundo Cañón, que el Río Duraton, lenta pero inexorablemente, escarba en el terreno abriendose paso tortuosamente entre un espectacular conjunto de meandros, flanqueados por paredes de gran verticalidad, donde anidan y evolucionan numerosas poblaciones de buitres y otras aves, constituyendo este conjunto un paisaje ciertamente impresionante y sobrecogedor.

La Ermita como tal es una construcción románica de siglo XII que se realizó sobre otra visigótica del siglo VII. La fundación se atribuye a San Frutos (642 - 715) y sus dos hermanos, San Valentín y Santa Engracia, que eligieron el lugar para dedicarse a la vida contemplativa. Posteriormente se completó el complejo con un monasterio y un cementerio. Cabe resaltar, por tanto, el carácter místico que envuelve a todos los lugares elegidos por ermitaños y anacoretas para desarrollar sus vocaciones y que en San Frutos se manifiesta de manera especialmente intensa.

Hoy en día, es parada obligada para el visitante que desee disfrutar del paraje natural de las Hoces del Río Duratón, propiciándonos un mirador sin igual donde disfrutar de las mejores perspectivas de este entorno.